A poco que nos asomemos, encontraremos que el paisaje evoluciona con el paso de los días. Pero me asombra que el mundo, aunque ralentizado, continúe girando con las mismas ideas que antes del 14 de marzo. Han pasado tres meses y no sabemos qué ha pasado con ese tiempo, pero se ha ido, ha dejado la pandemia con nosotros y no ha sido suficiente para hacernos conscientes de que tenemos que cambiar.
Creíamos que tras el
largo encierro enfrentados a nuestro “yo”; a todos, pero sobre todo a los
responsables de la gobernanza, nos ayudaría a reflexionar y emprender el cambio. Pero no, las ínfulas son las mismas que las de épocas
anteriores.
Voces insidiosas nos anuncian que poco a poco desaparecerán
los iconos que, a través del arte en todas sus formas, nos han transmitido de dónde venimos, y cómo
se vivía para valorar cómo vivimos… No sé muy bien por qué, ni exactamente a quiénes les estorban, pero los malinterpretan, cambian el mensaje y los utilizan para sus fines destructivos. ¿Un rancio ideario
apoyado en el olvido y la incultura, se quiere implantar…?
Lavoisier nos habló de una ley universal: “La materia no se crea ni
se destruye, solo se transforma”.
Esa máxima
de la química, la podemos emplear también en otras ciencias, como la filosofía, que por cierto sería bueno que
la incorporasen en el sistema educativo desde
la infancia.
Quiero confiar en que por más que se esfuercen en borrar la
historia, no lo conseguirán.
Harry Mulisch lo tenía muy claro: «Un comienzo no desaparece
nunca, ni siquiera con un final»
Fotos: mis archivos
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