No conocimos
a “El perrillas”, pero sabemos que, cuando él ejercía la autoridad por la que
le pagaban, no había calagurritano que escupiera,
o tirara ni el envoltorio de un caramelo al suelo.
¿Qué ha
pasado en nuestra sociedad con el civismo? ¿Va a ser cierto qué “contra
peor, mejor”? ¿No es la
forma del “buenismo” una capa que esconde al responsable que no pone orden ni concierto?
Ocurre desde los tiempos prehistóricos: solo mirando al
cielo, aun rayado con el humo de los aviones, encuentras unos momentos de
sosiego. Mirando a la tierra, se te cae el alma a los pies.
Tras un
estricto confinamiento, llega una carrera
llena de despropósitos y contradicciones por la desescalada; una lucha encarnizada dentro del senado, que genera como mínimo, desconcierto y da pie a grupos
de desalmados a comportarse como si vivieran continuamente
en un auténtico zaguán.
¿Criminalizar? ¿Quién soy yo para hacerlo, si quienes tienen
la autoridad y los medios no lo hacen?
¿Volver a
la normalidad? ¿De verdad queremos, por ejemplo, tener a los jóvenes enfrascados en botellones,
cuyas consecuencias, todos sabemos?
¿Por qué la
noticia de cada uno de esos encuentros se detiene ahí? ¿Por qué no
continua diciendo que han sido obligados a desinfectar cuanto han contaminado y para que no se aburran les han encargado la limpieza de montes y ríos y trabajar en las calles, parques y hospitales?
¿Por qué
tantas restricciones para unos y tanta manga ancha para otros?
Dicen que
el Covid19 no es una broma, que no
distingue entre clases sociales, ni razas, ni colores…, estoy empezando a tener
mis dudas.
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