Cómo soslayarlos, le pregunta su dignidad,
¿no hubiera sido mejor no seguirlos, esquivarlos? Continúa hablándole mientras
la oscuridad alcanza la senda de luz que
apaga el Alzheimer.
«Amo, luego vivo»: se dice a sí
mismo. No obstante, ya no recuerda a quién ama en realidad, sino que se aferra
a la coletilla aprendida en el trayecto, cuando «al principio era el verbo»