No se puede obligar a nadie a amar.
Pero lo que no se debe hacer bajo ningún concepto, incluso debería estar
castigado, es inducir al odio.
Ambos verbos no admiten imperativo.
Los manipuladores lo saben muy bien, por eso utilizan torcidos caminos para
inculcar en su víctima el caudal de información envenenada que corre por
sinuosos ríos, que al fin, humedecen las orillas y desembocan en un mar de
tinieblas e incertidumbres. ¡Saben cuándo hacerlo!
Afortunadamente tenemos un arma
letal contra la manipulación y la toxicidad de estas personas: “La lectura”.
Leer es el antídoto ideal contra todo tipo de veneno.
Curiosamente también de este verbo,
deberíamos prescindir del imperativo.
Hay un ensayo sobre la lectura de Daniel Pennac (cuando me recomendaron a este autor, no lo agradecí lo bastante), que te abre camino, tengas la edad o el tiempo que tengas. Añado su decálogo, porque me parece muy interesante. Dice que, todos tenemos:
Hay un ensayo sobre la lectura de Daniel Pennac (cuando me recomendaron a este autor, no lo agradecí lo bastante), que te abre camino, tengas la edad o el tiempo que tengas. Añado su decálogo, porque me parece muy interesante. Dice que, todos tenemos:
1) El derecho a no leer
3) El derecho a no terminar un libro
4) El derecho a releer
5) El derecho a leer cualquier cosa
6) El derecho al bovarismo
7) El derecho a leer en cualquier sitio
8) El derecho a hojear
9) El derecho a leer en voz alta
10) El derecho a callarnos
A menudo navegamos a la deriva
entre ambos sentimientos, buscando la muleta que sustituye a los afectos perdidos, o no encontrados. Mientras tanto el
instigador, vive en el océano de su satisfacción.
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