Así
iba pensando mientras caminaba, y en medio del paseo me quedé estupefacta. La
foto explica mejor que mis palabras, el motivo.
¿Cómo
es posible este comportamiento? ¿Después de tanta gente que se ha ido sin decir
ni un adiós, sin oír un te quiero, salimos con estas maneras?
¿No
ha servido para nada estos meses de confinamiento?
¿Esta
es la normalidad que nos espera?
Volver a pisar sobre las mismas huellas me
parece, cuando menos, intolerable.
En los pequeños detalles se ven los grandes
actos y, de este banco pasamos a la “fiestuqui de cumpleaños”, “de despedida”,
“del botellón”.
El
goteo de protestas es constante. Todo el mundo sabe qué, o qué no tiene que hacer el
gobierno y los ayuntamientos. Pero
ignora sus propias obligaciones y sigue a su libre albedrio de desenfreno y guarrería.
¡Que
aumenten las ayudas para las familias, para
las empresas, para el comercio, para la industria!, que
está muy bien esos deseos tan altruistas y solidarios. Pero también, que amplíen
las brigadas de limpieza, y las de seguridad, porque somos incapaces de
mantener limpia la calle, ni cumplir las normas establecidas por la alerta
sanitaria. Partidas presupuestarias en las que deberíamos ahorrar con nuestro
esfuerzo ciudadano, para ayudar a todos los mencionados que lo necesitan.
Solo
sabemos, chillar, criticar, exigir…, y no ponemos ni un granito de arena, ni el mas mínimo esfuerzo.
Y, no
estoy hablando de política, ni de colores políticos, sino del comportamiento cívico, que aprendimos
de niños y nuestra obligación es
practicarlo y enseñarlo a nuestros jóvenes.
No
sé cómo acabará el Covid19. Nadie lo sabe. Pero visto lo visto, necesitaremos
unos cuantos Covids para entrar en razón.
Foto: mis archivos
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