La tristeza tiene mil caminos para alcanzarnos y vestirnos de luto. Este año será recordado por muchas cosas, pero sobre todo por los que se fueron sin querer irse.
La historia está llena de
sucesos similares al que estamos viviendo, pero también de insólitos casos como el de Isolda de Irlanda cuya
leyenda llegó a deslumbrar a Wagner hasta el punto de hacer una opera con
ella, o la música que compuso Massenet
para la “Comedia heroica” de Don Quijote, quien viviendo como un loco, se salió
por la puerta de la locura para morir como cuerdo.
Nadie sabe cuándo le llegará la
Parca, menos el que decide salir a su encuentro. Por amor, por dolor, por
desesperación…, a propio intento… No estoy hablando de suicidio, sino de abandonarse,
de sucumbir, de decir a la vida adiós avanzando en el filo de lo imposible, o porque se ha agotado el pozo de la ilusión.
Uno decide irse y nadie le puede retener. Oscuros recovecos esgrime la mente
humana para abrirse a la vida e influir en la hora y modo de su muerte.
Nos queda la certeza de que el destino de cada uno está escrito,
aun a pesar de su propio designio. Pero no lo entendemos, ni lo aceptamos, como
le ocurrió a Sancho Panza cuando llorando respondió a su
señor:
«… no se muera vuesa merced, porque
la mayor locura que puede facer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más
ni más… mire no sea perezoso, sino levántese desa cama y vayámonos al campo…»
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