
Llegó aturdida, pasó de puntillas entre nubes y claros, sin
hacer ruido, ocultando su luz cuanto pudo. La tierra, tenaz, había germinado a
pesar del hostil ambiente, brotaron sus
frutos y perfumaron la atmosfera. Se fue la primavera.
Llega el verano con su luminosidad, titilante todavía, y pide permiso para cruzar la puerta abierta hacia una nueva realidad. La
temperatura, según avanzan las horas, acelera su ascenso, el sol irradia encanto
sobre la ciudad. Todos hemos esperado ansiosos para estrenarlo.
Tenemos miedo de que nuestra agua se pierda en los giros de
una noria que no tiene visos de parar. Y
distraemos el desasosiego con las
pequeñas cosas que suceden en nuestro entorno.


Fotos: mis archivos
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