La luna llena ha esperado hasta el amanecer, pero sin dar las siete, como si
tuviera prisa, se ha ido ocultando entre
las nubes hasta desaparecer, sin decir adiós. El
sol entre tanto, venía con fuerza hasta que ha encontrado nubarrones que
amenazaban con ocultarlo. ¿Será una premonición? Tal vez, conforme avance el día, la situación cambie.
Por
el sendero, acompañada de los
acuerdos y desacuerdos que transmiten
los noticiarios, he caminado con tristeza a pesar de la alegría que supone caminar al
aire libre. Al fin, en un intento de alegrar el alma, me he enganchado a la
música, que a la vez, espanta los gritos
de mis huesos y me ayuda a pensar.
Ante el panorama que, se presenta incierto y cambiante, me parece oportuno
centrarme en las cosas sencillas, de momento. Por ejemplo: el hecho de mantener
la distancia social en el ámbito de caminar o pasear. No sabemos calcularla, porque nunca lo hemos
hecho, y aunque ahora las circunstancias nos obligan, mantenemos
la costumbre de andar formando un “muro” con la gente que nos
acompaña, ocupando todo el camino e ignorando al que viene de frente, (la costumbre
de siempre, vaya).
Es
seguro que durante esta pandemia perderemos
muchos usos y costumbres y mucho más,
pero traerá consigo nuevos oficios. “La reeducación
Vial”. Con la que los viandantes aprenderemos a calcular la distancia que
debemos dejar a los demás, parados o caminando; a concienciarnos de que el espacio es de todos
y la responsabilidad no es de unos pocos.
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