No teníamos pasaje,
ni reserva. Vivíamos planeando como la cantidad de aviones que
surcaban el cielo. En un abrir y cerrar de ojos nos hallamos viajando
en un extraño vehículo, sin puerto definido, sin rumbo fijo. Sin
saber cómo, por arte de magia, nos vemos inmersos en el mundo
Liliputiense.
¿Te imaginas a
Gulliver cuando llegó allí? ¿Cómo los enanitos se le subían por el cuerpo, como
a ti el coronavirus, deslizándose por la piel hasta llegar a tus
orificios naturales donde encuentra el caldo de cultivo para su desarrollo?
Fueron muchos y
espectaculares los viajes que realizó y las sociedades tan diferentes con las
que convivió. La perspectiva con la que fue mirando a la humanidad, incluso a su propia
familia, entre uno y otro, fue cambiando. Y cuando regresó de
convivir con los Houyhnhnms, comprendió que ellos, sus
congéneres, nunca serían capaces de reinventarse, de reaprender, de
conciliar una sociedad cívica y responsable. ¡Se desencantó!
La pregunta es: ¿Y nosotros? ¿Hemos
avanzado algo desde entonces? ¿Lo vamos a hacer en el trayecto que estamos
recorriendo?
Jonathan Swift reflejó muy bien cómo
era su sociedad, no tan distinta a la nuestra por cierto, cuando dijo:
«Cuando aparece un
gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal:
todos los necios
se conjuran contra él».
Foto: Google
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