
Avanzada la primavera, calienta con más fuerza y la naturaleza adquiere un amplio abanico de aromas y colorido. Incluso las montañas, configuradas por el paso del tiempo, proyectan fantasmagóricas sombras. Una secuencia de montes y colinas cubiertos por un inmenso manto verde conforman un espectacular paisaje que induce a la serenidad y a la reflexión.

Las aves carroñeras, tienen otra percepción de la
vida porque se saben necesarias para que la biodiversidad esté equilibrada,
aunque algunas veces aparezca entre
ellas un elemento desadaptado que desequilibra su hábitat.

Los
juveniles realizan movimientos dispersos
y erráticos sobre el escenario,
emitiendo con sus trinos una singular melodía, que me recuerda al estribillo de una canción de Facundo Cabral, que escuché en las redes no
hace muchos días:
“Vuela
bajo, porque abajo está la verdad, esto es algo que los hombres no aprenderán
jamás”.
Fotos: mis archivos
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