Corre
el cauce del Cidacos, indiferente a los
acontecimientos que acaecen en los caminos que lo circundan. No le interesa
acompañar a los deambulantes que escupen
y tiran sus inmundicias sin escrúpulo alguno. No quiere perder su propia
armonía.
La
cigüeña blanca bebe de sus aguas, ahora más cristalinas, y conversa con él al
respecto. Ambos se asombran de tanta estupidez y coinciden en que la humana no
tiene límites.
«¿No
han aprendido todavía que el mundo se ha desbocado por tanta incongruencia y se ha parado él solito? ¿Que, no hay ideologías tan potentes como para hacerlo parar? ¿Que, ni las religiones lo han conseguido, nunca?» Conversan ambos, incrédulos de las voces que
les llegan.
Refugio El Chao, Monterreal |
Y
es verdad, nos dejamos llevar como la marea, al son de ruidos metálicos y nos
hacen creer que cuatro hombres, por asumir diferente colorido, han hecho o
dejado de hacer, que si tienen o no, la culpa de todo… y..., no tomamos conciencia
de lo que está pasando, y que volver a la
normalidad conocida, sería un auténtico suicidio. ¿No hemos aprendido nada?
El
rio sigue su curso inmiscuido en sus propios problemas; que dejarán de serlo,
cuando haya dado de beber al realmente sediento y sus aguas se
entremezclen con las que bajan por el Ebro. Tal vez, se cuenten sus cuitas.
Refugio Blanco, Monterreal |
La
cigüeña alza su vuelo pensando en hacer como el rio, porque si ahora en la fase
de 0 a 1 están pasando estos descalabros, no se imagina que ocurrirá cuando vayamos
pasando de fases y llegue el verano.
Está
pensando en quedarse (como el Cidacos, que ha
tomado ejemplo del libro: “Pensamientos desde mi cabaña” que tocando este tema,
escribió Kamo no Chómei), entre las montañas de donde viene y olvidarse
de tanto loco suelto.
Fotos: mis archivos
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