En
la atmosfera se respira el miedo, la incertidumbre a lo que vendrá. Y no es
para menos si tenemos en cuenta que tras
los niños, que ya llevan casi una semana saliendo a la calle, vamos los
mayores. La pregunta no sale de nuestros labios. Flota en el aire, parece
creada con moléculas de polvo que solo se ven cuando la luz del sol las
traspasa o una mínima ráfaga de aire, una ligera brisa, la deshace ante
nuestros ojos y ya no damos respuestas.
Escondemos
nuestros miedos, metemos la cabeza bajo el ala y continuamos avanzando por la
vida como si esta “aventura” fuera cosa de los avestruces.
El
desconocimiento nos crea un dilema y aunque lo deseamos con intensidad, no sabemos
cómo retomaremos el rumbo allí donde lo perdimos. Y nadie nos puede enseñar,
porque se desconoce del invasor, hasta su cuna…
Lo
único que sabemos es que, trabajando unidos haciéndole frente, el Covid-19 se
acobarda y no nos invade. No sé qué parte de la oración, nuestros políticos no
han entendido.
¿No
se dan cuenta de que los españoles
predicamos con el ejemplo y lo estamos dando?
Un
escuadrón de nubarrones pasó el primero de mayo, pero se fueron llevándose los
malos augurios.
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