De
siempre, hablar de lo mismo, resulta tedioso y cansino. Hablemos de otra cosa.
De otra vida, de la misma rosa. Tan bella, tan singular. Hermana o compañera de
la margarita en el mismo jardín, prendadas ambas del clavel y del narciso. No disputan por su amor, lo viven, lo sienten, no quieren
discusión por tan efímero placer, que viendo a ambos marchitos, marchitas están
ellas también.
Es, como una carrera en el espacio contra el tiempo que no tienen, contra el que
ya pasó y no volverá, porque en su corola, las abejas se detienen y liban su
néctar y lo expanden y otras flores llegan y el ciclo se eterniza, como eterna,
aunque cíclica, es la vida.
La
que llegó, la que se fue y la que queda. La rosa y la margarita amantes eternas,
sonríen y callan.
Y, recordemos. ¡¡Yo me quedo en casa, y si
salgo, lo hago con responsabilidad!!
Fotos: Google
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