Si algo hemos de
reconocer es que, ¡Dios existe! Y no hablo de religiones. Sino de esa fuerza
sobrenatural que de alguna manera nos conduce y reconduce. Y que ha elevado al
máximo exponente la dolorosa partida de nuestros conciudadanos y el dolor de
familiares y amigos. ¡Para ellos, todo honor y toda gloria! Sin olvidarnos de
todos cuantos trabajaron durante los peores meses de la pandemia y siguen
haciéndolo.
Estoy segura de que, su
muerte ha sido inesperada e injusta, pero al fin, no ha sido en vano. Todas las
ánimas estarán orgullosas de sus resultados en la tierra, y de los últimos
logros conseguidos desde el cielo.
Claro, ha sido, un acto
civil, la herramienta con la que Él se
ha valido para honrarlos y para conseguir, oh milagro, que la mayoría de nuestra clase política, presididos
por el Jefe de Estado, lo hayan
celebrado unidos.
Y me gustaría creer que este ha sido el tan esperado
punto de partida por el cual, todos se
pongan a trabajar codo con codo, para salvar a España de la pandemia del
Covid19 y de la imbecilidad que en los últimos tiempos la ha infectado.
Sabemos que la tarea de
aunar voluntades es ardua, pero también sabemos que España y los españoles, cuando es necesario, se vuelcan en la lucha
por defender sus intereses, y se merecen que los políticos que ellos mismos han
elegido para su gobierno, de una vez por todas, sepan estar a la altura. ¡Nuca es tarde si la dicha es buena!, decía
mi padre y con mucha razón. ¡Ah! Y de
los que no estaban: “de Dios era que no estuvieran”, como decía mi sabio
abuelo: ¡Somos los que estamos, y estamos los que somos!
Por cierto, así
amanecía hoy, con los astros alineados. Hasta la luna parece acogerlo.
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Fotos: mis archivos
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