"Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra".

James Russell Lowell (1819- 1891),

poeta y crítico estadounidense





sábado, 11 de julio de 2020

La voz…, al largo silencio de Egipto


Los grandes descubrimientos los han hecho, siempre, personas humildes. Y por  su humildad y rudeza, se quedaban  también, a las puertas de la gloria.

La piedra de Roseta, sin ir más lejos. Un fragmento de un antiguo monumento egipcio del año 196 A.C., que con toda probabilidad, sirvió como material de construcción en el devenir de los siglos y que finalmente fue descubierta en julio de 1799, por un soldado en la campaña  francesa contra Egipto. 

¿Qué contiene? Un decreto hecho público por un consejo general de sacerdotes  de Menfis, con motivo del primer aniversario de la coronación del faraón Ptolomeo V. Hasta aquí, nada de particular,  si  no fuera porque está escrito en tres idiomas: Griego, demótico y jeroglífico.

Se trata de la llave que abrió la puerta a los misterios de la antigüedad. El hallazgo más importante hasta ese momento.  Un trozo de basalto negro, esculpido y enterrado bajo las arenas  del tiempo, que también nos habla de cómo,  diferentes culturas  compartían el conocimiento y el poder. Como hasta no hace mucho, lo hacían, los judíos, musulmanes y cristianos.

El historiador Jean François Champollion, considerado el padre de la egiptología por haber conseguido descifrar la escritura jeroglífica, gracias a la piedra  de Roseta, fue  quien  alcanzó la fama. 

Como a Indiana Jones con los nazis, a los franceses les arrebataron su tesoro los ingleses en 1801, y está expuesto desde entonces en el Museo Británico de Londres. ¡Cosas que pasan!

Pero  nada  más se supo, del soldado que desenterró la piedra.  Así nos ocurre a la plebe.








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Fotos:Google

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