Seguía la oscura senda, con las tinieblas en su corazón como compañeras. El sol, compadecido, decidió alzarse majestuoso y regalarle su luz.
Quería alcanzar el recodo
del camino y otear el horizonte para
contemplar la plenitud del amanecer. Legaba a pasito lento, cuando el astro se desperezaba
en el firmamento, dejando una estela rosada, a la zaga de unas pocas nubes.
Olía a chubasco, pero
desestimó la posibilidad de tormenta. Le quedaba mucho para alcanzar su
objetivo, prefería disfrutar del recorrido,
sin pensar que la tempestad se le venía encima.
Previamente le había
acompañado la luna con cara afilada, menguada su robustez, y acompañada de ojitos chispeantes que la siguieron en pos
de su huida.
Entre los arbustos, divisó
una tienda de campaña. ¿Sería
circunstancial? ¿Acamparon, solo para el
fin de semana? O, ¿era el recurso de
supervivencia porque se habían quedado sin trabajo, sin casa, sin nada? ¿Llevaban tiempo, o era a causa de la
emergencia sanitara?
Es lo que traen las crisis,
sean de la índole que sean, dejan al descubierto el tipo de sociedad que habita el planeta: Demasiada gente con
demasiado y demasiados con casi nada. Era
tan real como injusto, pero cada palo tenía que aguantar su vela, y él,
arriando la suya, siguió caminando.
La tormenta le alcanzó.
Pero era esta de mucho ruido y pocas nueces, apenas unos goterones
que no llegaron a empapar la camiseta, antes del alcanzar el refugio. Paró en seco, y no volvió a llover con la misma cadencia, hasta bien entrado en el atajo que lo llevó a
casa.
Volvería al día siguiente. La
sencillez de las cosas, alegra la vida
misma.
#tormenta#crisis#pandemia#emergenciasanitaria#tiendadecampaña#refugio#cosassencillas#lavidamisma#camino
No hay comentarios:
Publicar un comentario