Al atardecer, ya están los cielos arroyados con estelas que anuncian que se han reanudado los vuelos comerciales.
Atrás queda, aunque no sabemos si para siempre o, para
cuanto tiempo, los cielos azules, limpios, donde las nubes hacían, a sus
anchas, bolas de algodón con peculiares
figuras. La luz irradiada por los astros nos llegaba diáfana y quemaba menos la piel.
Nuestra era, la de la globalización, nos ha enriquecido con
muchas cosas, pero también nos hemos convertido en seres dependientes y pobres
de imaginación, carentes de sacrificio,
no tenemos la fuerza de la creatividad, somos más vulnerables y cualquier
microscópico ser nos detiene.
Tal vez creamos que lo hemos vencido, pero no es más que un
espejismo inducido por la necesidad de reactivar la economía, y retomar nuestros
viejos hábitos, los que conocemos porque con ellos crecimos. Ya solo falta,
anteponer también el proceso de las elecciones.
De momento, no parece que el Covid19 sea tan potente después
de todo. Por lo menos no tanto como es nuestro sistema (no el inmunológico, que
con ese si puede) económico-político-social,
cuyas cabezas son como las de los alfileres, que no sirven para nada.
Fotos:mis archivos
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