España y los españoles de la envidia sabemos de largo. Pero
aun siendo la carcoma de los huesos, siempre hemos sabido sortearla. Nuestra dilatada
historia, con sus luces y sus sobras, está llena
de ejemplos. Y, como arraigado vicio, continuamos sufriéndolo aún en nuestros
días, como si tuviéramos poco con los desastres de la pandemia. Ese ataque vírico que se ha ensañado con todo el
orbe, pero que algunos todavía se lo quieren sacudir a puro de decretazos en
plana sesión dominguera.
Anda que no hemos sido delicados con nuestros vecinos, que
hasta les hacemos los controles epidémicos cuando llegan a nuestros
aeropuertos…, que hemos andado con pies de plomo evitando la cuarentena
anunciada, para no incomodar a los turistas…, que dicho sea de paso, esperamos
como agua de mayo. 
Se han confiado con la esperpéntica imagen circense que
ofrece el marco político de nuestro país, que está que arde por los cuatro
costados, pero no saben que, cuando a los españoles nos tocan los bemoles, somos capaces de unirnos y
armar la de San Quintín. Somos auténticos expertos en estratégicas añagazas.
Felipe II era mucho Felipe…, y ahora, también ostentamos
poderosos pilares que sujetarán la cuerda del trapecio.
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Fotos: Google
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