Equilibrar la balanza en estado de
pandemia, es como hacer un ocho mil sin preparación física. Si tenemos en
cuenta que hasta los alpinistas más avezados pueden padecer del mal de montaña,
entenderemos que los economistas, se pierdan en el laberinto de las necesidades
políticas, sabiendo además, que la oferta y la demanda han tomado
caminos diferentes, el equilibrio económico se les va de las manos, y no lo
pueden mantener.
Los humanos, en cualquier concepto de
la vida, nos aferramos a lo aprendido, a lo que hemos hecho siempre. Y
“siempre” es para nosotros, la trayectoria de menos de un siglo en la cual
hemos crecido con la vorágine de un consumo exacerbado. Y tenemos que seguir haciéndolo para
que la economía mundial no termine de quebrar, porque entonces vendrá el crujir
y rechinar de unos dientes que no tendrán donde clavarse. Por eso, nos
enfocamos a reconstruir los países,
todos juntos.
¡Ah! pero reaparece el virus, que no
se había ido, y los contagios, y los rebrotes van creciendo con diferente
intensidad en cada comunidad, y los
europeos, que tienen nuestros mismos problemas, ven peligrar su medio
contenida pandemia y los unos y los otros, deciden tirar por el camino de en
medio al grito de: “Sálvese quien pueda”.
Nos queda una esperanza. El
descubrimiento de una vacuna eficaz y salvadora. Mientras tanto, tendremos que
capear el temporal entre contagios y fallecimientos, o la recesión a la
inmovilidad, total o parcial con los desequilibrios económicos.
Quizá en el largo recorrido, nos
dé tiempo para pensar que nuestro estilo de vida puede cambiar y
favorecer el crecimiento, desde otras perspectivas.
Todos los cambios con los que han
evolucionado las civilizaciones, han necesitado tiempo, mucho tiempo para
gestarse y llevar a cabo un proceso evolutivo adecuado.
¿Quién sabe, si no estamos comenzando
uno de esos procesos, y podamos alcanzar los ochomiles sin entrenamiento?
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