Suena
un pito. Un vecino reclama la atención
del resto porque es la hora de “aplaudir”.
Suenan las sirenas y ventanas y balcones se llenan de entusiasmo. Es una cita
ineludible. Entre los aplausos quedan los saludos y besos lanzados en la
distancia. Nos sentimos unidos por una desgracia, pero no desgraciados. Más
bien, todo lo contrario. El lenguaje
corporal suple con creces al oral, y nos entendemos a las mil maravillas.
Sin
darnos cuenta, avanzamos por abril. Ya hemos celebrado “El día del libro”. Las redes se han inundado
de todo tipo de ofertas literarias, actos, charlas y conferencias virtuales que
suplen con creces la falta de libertad, y el poder disfrutarlas al aire libre. El esfuerzo de literatos y artistas es
colosal.

Que
los libros son el mejor remedio para cualquier
situación de soledad, no me cabe ninguna duda. Como que titularemos “día del
libro” cada uno de los que nos queda por vivir confinados; y abriremos otras
ventanas que nos ayuden a escapar de la realidad, para encontrar nuevos mundos
llenos de vida desde el confort del sillón, hasta las 8 que regresaremos al escenario real. Aplaudir
a los otros, es vital.
Fotos: Mi archivo y Google
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