Envuelta en un sudor frío, siento la necesidad
de despertar de un horrible sueño. En él, veo al mundo girar y girar como un tío vivo donde las sillas voladoras pretenden a toda costa
desprenderse de los niños que las montan. Pero fijándome detenidamente, veo que
no son niños, sino adultos que se aferran desesperados a las cadenas de las que
penden los asientos con tanto ímpetu, que se
abre un eslabón y luego el otro, y la silla cae con su ocupante a un vacío tenebroso. Y lo
mismo ocurre con las otras sillas y con
las de los otros carruseles.
No despierto y el carrusel va perdiendo
gente a pesar de los técnicos y de los expertos, y sigo sin caerme de la cama,
y sigo sin saber dónde estoy realmente…
Pero los sueños, sueños son y nosotros despertaremos
en un abrir y cerrar de ojos y
seguiremos adelante todos unidos, como en el confinamiento.
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