 Nuestros abuelos solían decir: «Ni son todos
los que están, ni están todos los que son». Ellos lo tenían muy claro, pero  nosotros con todo lo que está lloviendo, no
sabemos si todos  “son”, o  todos “están”, o ninguno “sabe”.
Nuestros abuelos solían decir: «Ni son todos
los que están, ni están todos los que son». Ellos lo tenían muy claro, pero  nosotros con todo lo que está lloviendo, no
sabemos si todos  “son”, o  todos “están”, o ninguno “sabe”.
Sin embargo, cada día, Las Fuerzas de seguridad
del estado amplían su cometido, y ofrecen dignos espectáculos para  alegrar y premiar a los niños. Improvisados
reyes magos que  les hacen llegar la
ilusión para que se sientan protagonistas  de  una
situación desconocida  para ellos.
Los niños los aceptan  encantados, porque  piensan a otra velocidad  y ven con claridad.  Saben y comprenden y funcionan con ese
conocimiento. No se paran en los inconvenientes ni en las inconveniencias.  No tienen malicia ni la necesitan. Por eso,
con una norma clara y concreta saben manejarse y  nos dan lecciones, como la de este tiempo de
confinamiento.
Su extraordinario potencial  les impulsa a inventarse los recursos que no
tienen  para actuar, por eso no entienden
qué tiene de peligroso un parque, que no tenga el supermercado, entre otras
cosas.  A ellos ya no les sirve que los “grandes
ilustrados” les digan «quita niño, que yo se…», porque ellos saben. 
Son  estoicos sin conocer  que es la estoicidad y se abren al mundo
porque el que tienen les hace sufrir y no les gusta.  Solo
necesitan decisiones firmes y normas 
claras, y  ELLOS  sabrán salir de su encierro sin causar
problema alguno.
Respetemos a los niños, no los volvamos locos.
 
 
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