Viviana
Paletta, escribió : “Todo el que tiene cuerpo, tiene un
árbol. Y dos que se juntan, bosque”.
Una de las cosas que
más echo de menos es abrazar a los árboles, respirar el
silencio cobijada bajo su sombra, sentir como fluye la vida que albergan.
Dadas las
circunstancias, me hubiera conformado con hacerlo con los del parque cerca de casa; pero el rigor y la inmediatez de los
acontecimientos lo impiden.
Entre todos, tengo predilección
por el hayedo de Santiago (Monterreal-Zarzosa);
embutirme en su bosque de hayas y pinos de indescriptible belleza, me produce una
sensación sublime, difícil de explicar.
Lo tienes que ver,
sentir, recorrer sus senderos con el
sonido de los barrancos que bajan, a
veces con fuerza, a veces silenciosos. El rumor del viento acompaña al cántico
de los pajarillos que habitan entre las
ramas.
Todavía duermen
cuando llegamos, pero cuando despiertan te dan la bienvenida incondicional
y te acompañan durante todo el recorrido.
A veces, están enfadados por tanto vandalismo suelto y te advierten con agresivos
cantos, pero cuando te vas, te despiden agradecidos por haber respetado su
hábitat.
Las hormigas aunque pequeñas son muchas y cargadas con hojas y ramas, adornan con su
reata el camino; desfilan, sorteando a las babosas que se deslizan despacito, hacia
el hormiguero donde espera la reina
vigilando sus huevos en silencio.
En otro momento te
hablaré de los jabalíes que llevan a los jabatos a conocer el terreno y lo
mismo hacen los corzos. Y también de los insectos, de las mariposas y… ¡Tanto hay para disfrutar…!
Estos días son muy
buenos para hacer senderismo. Ni frio ni
calor, sol entreverado, acompañante
oculto entre las nubes, que sale en caso de necesidad.
«Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos
en casa. Eso es la felicidad».
¿Renuncias a la felicidad?
Fotos: mis archivos
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