El limonero del que os hablé, tiene también su historia. En contra de lo que se pueda pensar, tuvo un gran principio y un amargo desenlace. Pero, como el ave fénix, resurgió de sus cenizas, y empezó a luchar por sobrevivir y ocupar su antiguo rincón. Vuelve a tomar las riendas de su vida.
Cuatro limones tenía, cuando unas trémulas manos, así lo parecían, lo trajeron al hogar. Un amplio espacio, donde el sol lo iluminaba durante su diaria trayectoria. Joven, altivo, lleno de vida, fue prodigando más y más frutos cada temporada. Era su finalidad, y con ello era feliz.
Encontró otro sentido a
su vida al hacerse cargo de un perrito que se protegía del sol bajo su follaje,
mientras disfrutaban del panorama que
les ofrecía el balcón, a diario. Pero la vida va y viene y pasa, y un día echó
en falta la presencia de su mascota y comenzó a perder las hojas.
Pasó el vertiginoso
flujo del tiempo y el tronco semidesnudo, como un despojo a las puertas del
invierno pidió ser podado. Dura, aunque necesaria, la tala dio resultado. Porque al llegar la primavera, diminutos
brotes comenzaron a crecer. Todavía es pronto para dar limones, pero con su
fortaleza y tenacidad, conseguirá abrirse camino, aunque no tendrá un perrito
que le ladre.
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Fotos: mis archivos
Fotos: mis archivos
Que lindo mensaje Feli!!
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