—¿A dónde vas Porthos?
—Me voy a
entrenar. El día 23 está cerca y quiero participar en la carrera Ciudad de
Calahorra. ¿Vienes?
—Estoy
esperando a D’Artagnan que nos trae noticias.
—Cuando me
vea, no me va a conocer…
—Has engordado
mucho, tendrás que cerrar la boca además de correr.
—¿Sabes, Athos?, durante el confinamiento perdí tanto, que llegué a preocuparme…
—Adelgazaste porque solo comías tu dieta. En cambio ahora,
entre los plásticos y botellas, siempre hay restos comestibles, y claro…
no te puedes resistir…
—¡Está tan
rico! ¿A quién no le gusta el picoteo?
—No deberías
tocar los desperdicios que dejan estos individuos, estarán llenos de coronitas.
—¿Va a
competir Aramis, también?
—Está en ello.
¿Sabes qué ha hecho?
—No, pero
siendo tan inquieto, cualquier diablura.
—¡Que va!
Quiere como tú, perder los kg., que le sobran y para ayudarse, se ha
tapado el hocico con una mascarilla que
se ha encontrado.
—¡Ves Athos, como es un
insensato! ¡Tanto como los que la han tirado!
—¡Te vas a reír! La cogió con un palito y la tiró a la
piscina, la sacudió bien en el agua y se la puso. ¡No se la va a quitar hasta
que no adelgace! Está, hasta guapo, oye.
—Athos, en
adelante y hasta la competición, voy a comer solo de los árboles. Mira aquel, algo tiene, porque hasta
aquí llega el olor… ¡voy a ver!
—¡Ten cuidado!
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