Que nuevas épocas
traigan nuevas tendencias, aunque a veces se escapen a nuestro entendimiento,
aún lo podemos comprender. Pero, estos
cambios en los títulos de cuentos, cuando no los retiran de las librerías, de
canciones, de novelas…, en pro de la
sensibilidad de las personas de color negro, de la féminas…, etc., NO tiene ningún sentido de modernidad. Que nos
adaptemos a los “tiempos” no quiere decir que borremos el pasado. No sé si también cambiarán los textos. No
tengo intención de comprobarlo. ¡Falta
mucha coherencia actualmente!
Aunque sabemos que la
vida es cíclica, en medio de unos años de bonanza, no se nos había pasado ni por la imaginación, que nos tocara vivir el proceso de repetición
de los errores de nuestros antepasados, más o menos recientes. Es el resultado
de seguir haciendo lo mismo que ellos: ¡miramos al pasado con los ojos del
presente y entramos en confusión!
Tengo la sensación de
que la mano que dirige estos movimientos, ciertamente invisible, adoctrina con nuevos subterfugios. Va borrando de la memoria
histórica: hechos, situaciones, vivencias que realmente ocurrieron, y de los
que deberíamos aprender, por lo menos, para no tropezar en cada una de aquellas
piedras. ¡Ojala me equivoque!, pero intuyo que nos quedaremos poco a poco sin
referentes que nos indiquen de dónde venimos,
porque su pretensión es conseguir,
que no sepamos a dónde tenemos que ir.
No lo digo yo, estudiosos
acreditados: historiadores, arqueólogos…etc., han ido descubriendo cómo las grandes civilizaciones, que no
conocimos, entraron en un bucle de mediocridad y ambición ilimitada y se
destruyeron a sí mismas sin remedio.
Lo más difícil de la
costura es enhebrar la aguja. Una vez conseguido, coser es como cantar…,
pero pretender hacer el pespunte sin
pinchar la tela, eso ya es como el que
no da puntada sin hilo, aunque se haya acabado la madeja. Créanme, algunos
rizan el rizo.
Fotos: mis archivos
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