Que no todo eran
encierros, que también había otros festejos con los que mi casa se abría de par
en par y ¡ala!, el perrito detrás. Pero me divertía mucho escuchando a los
mayores sus cuitas y recuerdos. ¡Y les guardaba las espaldas!
«¡Mira, mira… ¿te acuerdas,
fulana?! Si parece el nieto de…»
«¡Claro que me
acuerdo Citana, pero nuestros tiempos
eran otra cosa…!»
Y así seguían mientras
veían pasar: las carrozas un día, la procesión otro, los gigantes y cabezudos,
que por cierto, a veces cuando los bailaban, parecía que se iban a partir…, que
angustia me daba…
Salíamos a tomar el vermut… y luego, a comer a casa. ¡Como
Dios manda!
Me despiertan los
gritos de mis huesos. ¿Tan mayor soy?
Tras la siesta, al Gorgorito,
y yo el primero, aunque dolorido, por salir a la calle, cualquier excusa era
buena. Además la representación era trinchante.
Decían que era para niños, pero veía
yo cómo los mayores disfrutaban tanto como ellos…, en fin, entretenimientos no
faltaban.
Os dejo algunas fotos que
tomaba Tuteli de nuestras fiestas. Yo me vuelvo al espacio etéreo.
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Fotos: mis archivos
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