«Si saco la cabeza de mi hueco, me pierdo de tal manera en la creciente marea
de necedades, incongruencias, estupideces,
auténticas injusticias…, que la vuelvo a meter…» —dijo el avestruz. Y
sin tenernos en cuenta, se fue a pasear por las nubes.
Es un recorrido que está al alcance de todos. Desde que amanece, hasta el
atardecer, cruzando la oscura noche, brinda un incomparable paisaje, inspirador
de fotógrafos, pintores y literatos. Invita
a reflexionar y comienzas a ver el mundo, desde la altura, menos negro.
Esto trajo el confinamiento, entre otras cosas. Porque mirar
a la calle no merecía mucho la pena. Aparte de calificarte como “policía del visillo”, no conseguías sino alterar tu ritmo cardiaco continuamente.
Hoy, y desde que nos permitieron salir, te encuentras con los
mismos descabezados incumpliendo las normas, como las incumplieron
entonces. Tampoco conviene fijarse en
ellos, porque provocan hilaridad, y un sentimiento de impotencia que calienta las tuberías y te hierve la sangre. Lo
malo es que, también expanden y contaminan y pagamos justos por pecadores.
Me quedo con la gente cumplidora, que es la mayoría. Mientras, suenan las voces de Estopa y Rozalen. El avestruz no sabe lo que se pierde.
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Fotos:mis archivos
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