Nuestra estrella se ha perdido

Tus  lágrimas sin sal ya no nos inquietan. Tus afónicos cantos de sirena  suenan como los  rancios y  huecos tañidos de la campana, que avisa las horas.  La vida sigue en torno a una incertidumbre creciente, desesperante.  

No sabemos dónde poner los ojos. Si al pasado…, vemos la huella de lo que nos sucede; si al futuro…, encontramos un agujero tan negro como alguno de las galaxias. No podemos mirarnos aquí y ahora, porque llevamos las alforjas vacías a puro de querer llenarlas. ¿Qué nos queda?  Ni un ápice de lo que pudo ser. La esperanza se desvanece al ritmo de tus palabras.

La eternidad llenará nuestro vaso, pero entre tanto, el tiempo pasa, deja morir las horas y morimos con ellas; mientras no llegas, nos aferramos a la  última y se hace eterna.                                                            

Pero nuestro barco sigue navegado con sus velas partidas. Se resiste a naufragar, a perder  la  sonrisa, y  la luz de tus ojos que ahora miran a otro lado; y los busca. No se hundirá hasta convencerse de que ya no te interesa su envergadura.

Dicen que las estrellas más brillan, cuanto más oscura es la noche, pero de la nuestra solo queda  la punta que se quedó clavada  al borde del farallón por el que saltó. ¡Si fuera posible que se regenerara a si misma! ¿Tendríamos posibilidad de rehacer el camino?

 

   

   

                      

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Fotos: mis archivos