A Minimoni, o Mónica, le surge una duda cuando está pintando. No sabe cómo pintar un beso y comienza a buscar el color que le sería más apropiado. Así, en su investigación identifica con colores, las cosas que le gustan y las que no. Atribuye color a las emociones y descubre, que el beso tiene mil colores.
En su niñez no repara
que hay muchas clases de besos y que cada uno representa el color de quien lo
da. Pero su madre no se lo explica, confía que madurará y por sí misma
aprenderá a distinguirlos.
Le costará trabajo y alguna que otra decepción, sobre todo cuando conozca el beso de la traición. A los adultos nos vino dado a través del arte, con la túnica amarilla de Judas.
En la actualidad, es
difícil identificarlos (a los Judas, digo) por su apariencia camuflada, pero confiados
en el disfraz, lo dejan patente con sus voces, contradictorias a sus actos.
Corren tiempos
revueltos y engañosos. A no mucho tardar, todos querremos ser Mónica, o
Minimoni.
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Fotos: mis archivos y Google
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