¡Estaba entusiasmado! Era algo insólito, inesperado, nunca visto. Llegaba el clamor hasta los confines
del universo y él era testigo.
El astro tuvo un antes, y creyó que alumbraba a los terrícolas y por ello,
nunca se perderían. No sabía que estaban errantes por la tierra desde tiempos
inmemoriales y que el caos y la hecatombe no tardarían en llegar. Tampoco ellos
lo sabían. No lo vieron venir. Les cogió
de sopetón, como las grandes avenidas que
inundan los campos recién sembrados.
El lucero lo tiene claro. Fue su antes, es su ahora y el después no le
inquieta. Siempre lucirá acorde a su tamaño y proyección del sol.
Manda un mensaje, no obstante: ¡Quédate en casa! ¡Colabora con los que lo
hacemos para ayudar a quienes velan por nosotros!
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