El túnel de la realidad se alarga. Continuamos camino
sabiendo que encontraremos la luz, cuando el “coronita” no tenga más humanos
donde asentar su apestoso trasero y decida dar por terminada su batalla.
Ahí, en la distancia, los
gorriones y las palomas sobrevuelan la fuente; todo el espacio para ellas, se posan de rato en rato para beber y vuelta a empezar. Los unos y las otras vuelan con el desconcierto que les produce el silencioso vacío y les
permite regodearse de sus vuelos y sus cantos. También pasan hambre.
Las calles están
limpias, sin restos de comida con los
que alimentarse. Da la sensación de que
se aúnan a nuestros esfuerzos porque, batiendo sus alas, ovacionan con sus
piruetas a un grupo de forestales que limpian y desinfectan la ciudad. No
entienden de distanciamiento social, pero lo aceptan y respetan. Lo cumplen.
Y es que, han
comprendido que en la unidad está la fuerza y la clave para vencer esta insólita guerra.
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