Desde un palco improvisado, contemplo las
calles vacías, custodiadas por el ruido
del silencio. Iluminadas por un sol que busca el bullicio y no lo encuentra. Desorientado,
pregunta a las nubes, pero éstas, mas desoladas aún ante un hecho tan insólito, no aciertan
con las palabras y no lo consiguen.
Son mudos testigos del
movimiento de aquellos que tienen que ganarse la vida, o de los otros que velan por la salud y seguridad pública sin descanso, que dominan su pánico y continúan en la
trinchera. También de algunos viandantes, que con despreocupación suicida, desafían el
riesgo y atentan, amparados en un
sentimiento de listeza, contra la salud propia y ajena.
Vaciada, sí. Pero no
da la sensación de ciudad muerta, no
obstante.
No. En el ambiente se palpa el latir de sus
gentes que luchan confinadas en sus casas contra un microscópico ser que nos
está diciendo cual el nuestra resistencia y cual, la de la naturaleza.
A las 20:00 horas, aplaudiremos
por todos.
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