¡Hay Virgencita que cuesta arriba se hace la cuesta abajo!, decimos adiós al 2020 y se va entre llantos, lamentaciones, esperanza y…
…con el saco cargado del
más barato sentido común. No lo vemos,
pero se marcha llorando: por cuanto acontece, por las vidas perdidas, porque
sabe que será recordado por la nefasta acción de un ser invisible y por la
ineficacia de los que si se ven.
Así y todo, deja destellos de ilusión, porque confía en que, el cambio que se ha producido en nuestras vidas durante su estancia, haya sido lo suficiente aleccionador como para que comprendamos que debemos reinventarnos y lograr que, en nuestra forma de vivir, y de morir, a pesar de la distancia, del aislamiento, de la soledad…, ofrezcamos tanto calor como el que precisamos.
Las uvas se lamentan
porque creen que este año sobran, que van a ser el excedente de antaño. Pero se
equivocan, porque cada uno de nosotros las tomaremos una con cada campanada
hasta las doce, mientras hacemos balance de logros y fracasos, y recordamos a
nuestros familiares y amigos, sanos, enfermos y fallecidos, como hacíamos otros
años, pero este con más motivo, con más intensidad. Porque le mostraremos al Covid-19, nuestra
imagen más desenfadada, y nuestra cara, con mascarilla, llena de esperanza y de
amor para todos cuantos lleguemos al 2021 y para todos los que no llegaron.
¡Hagamos como la luna, un brindis al sol que nunca la alcanza! Y, ¡disfrutemos de la vida que, en sí misma, ya es un milagro!
Fotos: mis archivos
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