Bajan las aguas del Cidacos vestidas de fiesta. Hacen honor a la limpieza y el orden que acusa en sus orillas, gracias a la mano de jóvenes concienciados.
Corren lentas, calmadas, advertidas de que no van a ser bien recibidas al llegar a su destino. Y es que, según dice la cigüeña blanca, el caudal del Ebro está casi al borde de su capacidad, porque las cumbres sufren de temperaturas inusuales y vierten como una cortina de lágrimas, entristecidas por no poder guardar su tesoro, las primeras nieves.
La naturaleza sufre en su
conjunto, pero de momento, el río es feliz luciendo su vestido nuevo y sueña
(como en los cuentos) en convertirse en un extenso lago natural…, o por qué no,
e un inmenso mar. Porque lo que siente su corazón solo lo sabe él…
Fotos: mis archivos
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