Han dado ya las tantas del anochecer, se aproxima el toque de queda, pero se citan y pasean bajo el paraguas del firmamento que, al anochecer, adquiere tonos purpura y les invita a entrelazar sus manos con arrojado temor. Acompañados por su propio entusiasmo, intentan airear su cuerpo y su mente con la seguridad de que ningún virus se atreverá a interrumpir el silencio tan propicio.
No le temen, pero se protegen; se curan del espanto que ha dejado la partida de tantos y de otros muchos que están abriendo camino. Porque el destino lo quiere así; quizá, pero les enseñan que toda precaución es poca… y ellos que casi no respiran, dejan un claro mensaje:
“Que lo más interesante
de la vida, tan efímera como intensa, es recibirla como un don del cielo y que
merece la pena vivirla, aunque sea con mascarilla”
Mientras, llueven
noticias contradictorias, mensajes cruzados, que crispan y que no quieren
escuchar. Es tal la tormenta de sin razones que no encuentran tino para tanto
desatino
Empieza marzo, ¿Qué traerá
en las alforjas? El día viene encapotado de nuevo, tal vez las nubes dejen caer
la lluvia ácida que contienen.
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