Por negra que sea la noche, por tenebrosa que parezca su intención, durante el amanecer cede su espacio al día. Continuamente. Es un hecho que nos pasa desapercibido; entra dentro de lo cotidiano, y como otros muchos, el subliminal mensaje se pierde en la inmensidad de la luz del sol.
Con una perfecta
sincronización, llega el día y se va la noche, y más tarde el día se va y la
noche llega, cada uno se instala en el mismo hueco que deja la otra. No hay
reticencias, ni malos humores, nada. Tan solo la paz y la tranquilidad de lo
bien hecho.
Es difícil, dado el
turbulento ruido que hay en la sociedad, y que no lo provocamos nosotros, que
estamos en casa temerosos de salir y encontrarnos con el virus…, sino que se
cuela por todas y cada una de las rendijas de los medios de comunicación y las
redes sociales, y no sabemos de qué color es ese ruido.
El genial Wassily
Kandinsky tendría que reinventarse y desarrollar un nuevo color para definirlo
y añadirlo a su teoría.
Y, aunque no lo parezca, estrenamos primavera que llega con una timidez impropia en ella, pero tarde o temprano explotará con sus aromas y colores. Todo es cambiante.
Fotos: Google y mis archivos
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