Los Elementos se reúnen y acuerdan intervenir en la guerra de los terráqueos. Han visto cómo llegaba enero, con el viejo saco de problemas de diciembre, sin resolver: el virus y la ansiada vacuna que lejos de mejorar la situación viral, la empeora. Es el momento idóneo para actuar y tener ocupados a los terrícolas en otros quehaceres que los desconecte un rato del virus y sus virulencias.
Se paran a mirar, y ven a los humanos luchando como leones diminutos para desasirse del helamiento antes de que llegue Ignacio. Y llega, y empeora la situación. Arrastra todo cuanto encuentra a su paso. El inclemente viento huracanado deja las puertas abiertas porque, tras él, llegan con fuerzas renovadas, Justine y Karim y completan su trabajo.
Como hordas de bárbaros arrasan el País, que recibe sin saberlo una ola cálida que amenaza con el deshielo el desborde de los ríos y las inundaciones correspondientes. La confabulación ha dado resultado.
Todos: hombres y mujeres, ancianos y niños se han afanado en mitigar las consecuencias de tantos desastres. Luego, cuando llega la calidez del sol y con ella la calma, extenuados, se retiran a descansar. No saben que los Elementos, una vez que hayan repostado, volverán a las andadas.
Ha empezado febrerillo
el corto y los Elementos, mientras contemplan el desolado panorama, estudian una
nueva estrategia. No quieren darles demasiada tregua.
Fotos: mis archivos
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