Me gusta detenerme en las cosas pequeñas, las más sencillas: como esa línea
delgadísima de la luna cuando empieza a crecer y sabes, que en pocos días habrá
alcanzado su plenitud. Eso, te da calor.
Los mares de algodón que forman el
cumulo de nubes cuando los ves desde el avión
y te invitan nadar entre ellos. Te dan inspiración.
Esos puntitos que forman las
constelaciones, fuente de luz que una mirada inquieta no dejan de contemplar. Sosiegan
el alma.
El deleite que produce observar las cosas diminutas, es comparable al destello de tus ojos cuando me
miras.
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