El día se presenta gris y torturado. Girones de nubes anudados descienden a la
ciudad y ocultan la alegría
del sol que despunta por el horizonte oriental.
El río recobra su caudal. Salta lleno de vida cada obstáculo
que encuentra, hasta que unos metros más adelante, le descargan las
putrefactas aguas de la ciudad. Pierde entonces su frescura, su
tonalidad irisada, y ese regocijo que
induce a la serenidad.
La cigüeña se ha perdido en el desguace, e inquieta pregunta a unas avecillas: hola, ¿habéis
visto a mi bandada?
Y, si hubiera amanecido más tarde. ¿Habría cambiado
algo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario