Cuando era niña, y no
existía el alumbrado en las ciudades, proliferaban unos seres con luz propia
que indicaban el camino a seguir por la
oscuridad del camino. Con sus ráfagas intermitentes de luz verdosa, te
transportaban al mundo de los sueños, como si caminaras por un bosque
fantástico.
Se
extinguieron. Al menos por estos lares, desde que brotaron como hongos las
ciudades iluminadas: bonitas, seguras, estimulante señuelo para el turismo.
Pongamos que hablo de una ciudad
conocida por todos, a la que después se le han sumado otras muchas.
Corren
nuevos tiempos y el costo de la energía, no entramos en el detalle de su causa, está por las nubes, a tal punto
de que se anuncian severas restricciones para los próximos meses. No obstante,
esos descubridores de tal reclamo, aseguran que, si limitan al menos una
hora su consumo, el ahorro ya es sustancioso.
Todos
los días del año se conmemora el “día mundial de…,” No tardaremos en celebrar el “día mundial de la estupidez”,
aunque el cerebrito de turno lo situará en “el 30 de febrero”, y esperará con gran
entusiasmo su llegada, como al agua en mayo. La cosa es celebrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario