Nos encontramos ante uno de los personajes más emblemáticos de la ciudad, nacido durante el siglo XVI y que, vino al mundo con puesto de trabajo fijo.
Su
función; recibir a las personas y personajes de todo tipo y condición, que
llegaban a las puertas de la ciudad. Y según la leyenda, también el lugar idóneo para citarse aquellos que querían
evitar miradas indiscretas.
El pasado y el presente se entrecruzan y lo cambia todo, y cambió la entrada a Calahorra allá por el siglo XIX, y algún tiempo después, el punto de encuentro de amigos y enamorados también, pero Él no lo sabía entonces. Hoy sigue ahí, imperturbable ante los nuevos acontecimientos
Ya no
advierte al viajero de que ha llegado a una ciudad fantasma, como hacia
antiguamente desde su nacimiento, que no solo indicaba, sino que recibía con
todo honor y agasajo a nobles y plebeyos, autóctonos o peregrinos. En los días
de niebla pasa desapercibido, pero ahí está.
No es
difícil imaginar su señorío al verlo rodeado del empedrado que los últimos
hallazgos arqueológicos descubrieron y que nos ayuda a remontarnos a los años
del 1500 y suponer cómo después de
llegar al Arco, comerciantes y peregrinos, obispos y reyes recorrían el pavimento para llegar a Calahorra.
Cercanas, las fuentes Tripona y del Pindo (siglos más tarde se convertirían en la Fuente de los Trece Caños) saciaban la sed del caminante, y el Convento de los Carmelitas serenaba el alma de los maltrechos peregrinos… Proliferaron lazaretos y hospederías; aunque el auge trajo consigo un ruido incesante; Imaginaos: chillos de vendedores ambulantes, afiladores de cuchillos y buhoneros; rugido de las campanas, de los carros, ladridos de perros que, juntos, conseguían envolver a otro sonido diferente y armonioso: el fluir del agua de las fuentes y el bisbiseo del Cidacos del que el Templete disfrutaba en los días fiesta.
Tanto
ha vivido ya, que nada le puede sorprender… Desde su restauración se muestra
más aguerrido, y observa las vicisitudes que ciudadanos y foráneos, a los que
echa de menos, están viviendo.
Guerras, pestes, crisis
económicas y de otras índoles…, el Covid19 no es más dañino que cualquiera de
los cruentos aconteceres pasados… Tiene la certeza de que terminará el proceso
de vacunación contra éste y que vendrán otros virus y otras pandemias, y sabe
también que, el remedio para el cretinismo y la estupidez, todavía no ha
llegado y se teme que aún tardará.
No tiene prisa, después
de cinco siglos de espera, uno más puede resistir. Mientras, observa cómo Calahorra, al igual que
todas las ciudades y pueblos del mundo, permanecen vacías, la mayor parte del
tiempo. ¡Esperan!
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Fotos: mis archivos
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