"Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra".

James Russell Lowell (1819- 1891),

poeta y crítico estadounidense





lunes, 25 de enero de 2021

Recuerda mientras espera

Nos encontramos ante uno de los personajes más emblemáticos de la ciudad, nacido durante el siglo XVI y que, vino al mundo con puesto de trabajo fijo.

Su función; recibir a las personas y personajes de todo tipo y condición, que llegaban a las puertas de la ciudad. Y según la leyenda, también  el lugar idóneo para citarse aquellos que querían evitar miradas indiscretas.

El pasado y el presente se entrecruzan y lo cambia todo, y cambió la entrada a Calahorra allá por el siglo XIX, y algún tiempo después, el punto de encuentro de amigos y enamorados también, pero  Él no lo sabía entonces. Hoy sigue ahí, imperturbable ante los nuevos acontecimientos

Ya no advierte al viajero de que ha llegado a una ciudad fantasma, como hacia antiguamente desde su nacimiento, que no solo indicaba, sino que recibía con todo honor y agasajo a nobles y plebeyos, autóctonos o peregrinos. En los días de niebla pasa desapercibido, pero ahí está.

No es difícil imaginar su señorío al verlo rodeado del empedrado que los últimos hallazgos arqueológicos descubrieron y que nos ayuda a remontarnos a los años del 1500   y suponer cómo después de llegar al Arco, comerciantes y peregrinos, obispos y reyes recorrían el   pavimento para llegar a Calahorra.

Cercanas, las fuentes Tripona y del Pindo (siglos más tarde se convertirían en la Fuente de los Trece Caños) saciaban la sed del caminante, y el Convento de los Carmelitas serenaba el alma de los maltrechos peregrinos…  Proliferaron lazaretos y hospederías; aunque el auge trajo consigo un ruido incesante; Imaginaos: chillos de vendedores ambulantes, afiladores de cuchillos y buhoneros; rugido de las campanas, de los carros, ladridos de perros que, juntos, conseguían envolver a otro sonido diferente y armonioso: el fluir del agua de las fuentes y el bisbiseo del Cidacos del que el Templete disfrutaba en los días fiesta.                                                              

Tanto ha vivido ya, que nada le puede sorprender… Desde su restauración se muestra más aguerrido, y observa las vicisitudes que ciudadanos y foráneos, a los que echa de menos, están viviendo.

Guerras, pestes, crisis económicas y de otras índoles…, el Covid19 no es más dañino que cualquiera de los cruentos aconteceres pasados… Tiene la certeza de que terminará el proceso de vacunación contra éste y que vendrán otros virus y otras pandemias, y sabe también que, el remedio para el cretinismo y la estupidez, todavía no ha llegado y se teme que aún tardará.

No tiene prisa, después de cinco siglos de espera, uno más puede resistir. Mientras, observa cómo Calahorra, al igual que todas las ciudades y pueblos del mundo, permanecen vacías, la mayor parte del tiempo.  ¡Esperan!

                                                                               

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Fotos: mis archivos

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