¡Otra vea juntos!, llegamos para iluminar la bóveda celeste y, apenas se nos ve. Parece que fue ayer, cuando el mundo no estaba tan iluminado y los astros aparecíamos en el cielo como un número infinito de átomos que se mueven al azar por el espacio como motas de polvo en un rayo de sol. Nadie sabía calcular nuestra edad.
El paseo por el cosmos era todo un espectáculo. Planetas con sus satélites y constelaciones enteras hacían juegos malabares y los humanos, desconocedores de lo que sucedía, imaginaban que eran los Dioses, que jugaban al billar, o a la petanca.
Cada época es diferente y
es igual. Nosotros, Júpiter y Saturno,
de tiempo en tiempo, solemos irradiar la tierra con nuestra conjunción; a veces
perseguimos a una estrella errante y así, completamos nuestros juegos; cosas
normales en la interminable historia del tiempo…, ah…, si acaso…, nos
distanciamos…, aparece Venus y sustituye a cualquiera de nosotros, o se une a
nuestras correrías.
Pero, no ha mucho (unos
2000 años de los humanos), entre juego y juego acaeció uno de los Eventos que
más ha transcendido en la humanidad. Esta es la historia:
“” Fue convocada, tal vez
por el fulgor de su juventud, para guiar a tres soberanos. Príncipes de allende
el Oriente que iban buscando un prodigio.
Cruzaron ríos y desiertos, montes y valles siguiendo la estela a la que
se fueron colgando gente sencilla:
pastores y zagales encadenados a sus rebaños qué, avisados por “un
ángel”, también querían descubrir el lugar mágico donde iba a nacer el Mesías,
para brindarle calor y alimento… Y llegaron…, y no se lo podían creer…, hasta
el lugar mas humilde que os podáis imaginar. Un pesebre donde unos animales
protegían con su aliento, el Aliento Divino que acababa de nacer.””
«Esa guía era yo, Olanda,
quien resplandeció en el Alumbramiento Divino, proporcionó el calor que el Rey
de Reyes necesitaba en sus primeras horas de vida, e iluminé el camino a
quienes quisieron acompañarlo. Todavía
me pregunto, qué habría hecho yo para merecer tanto honor».
Fotos: mis archivos
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