Como cada mañana, su corazón se debate en una extraña zozobra. ¿Tiene que recoger carajote, bajo este implacable orbayo? ¿En Corpus Christi?
Cierto que, con él trae suculentos pescados a la mesa, pero, ¿no existe
otro tipo de anzuelo, que no implique tanto riesgo?
Los vecinos, observan su
desazón con una mirada no exenta de picardía. Compadecidos, le revelan, cómo cada
día cruza la dehesa y se refugia en una zahúrda
bien acompañado.
—Antes de procesionar el tintinábulo,
Pedro, ¡tendrás que llevarle el cíngulo al Pastor! –le dicen con cierto
regodeo.
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