Un batallón de nubes, que dejó la primavera al marcharse, recibe el amanecer del primer día del verano. Regalo de bienvenida poco deseado por los ciudadanos que desean salir corriendo de vacaciones; al monte, a la playa, a donde sea.
Van
ligeros de equipaje porque, por ley, no
van a necesitar la mascarilla en espacios abiertos y, no ven el momento de sentir el sol en su cara. Muchos, inducidos por el
deseo y la necesidad, se olvidan del
virus, todavía al acecho y deseando de incubarse en sus pulmones.
Mientras
tanto, el ambiente, caldeado por discursos y explicaciones, está en plena
ebullición y ni catalanes ni no catalanes ni los propios independentistas están
de acuerdo con el proyecto, ni en el
fondo ni en la forma. Vivimos en una España de locos, no se si de forma
temporal o permanente, o si depende del clima, o del Covid19, o de qué.
Hoy, y para los próximos días, las tormentas están aseguradas, los nubarrones que siguen en formación, esperan pacientes para aligerar su carga. Ya, ni al cielo podemos mirar con tranquilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario