Como cada año, iniciaron una nueva batida para reducir las manadas de lobos y
paliar los daños que producían a los abnegados vecinos del valle. Lo habían
intentado todo. Todo.
Un silencio sepulcral que casi hacia ruido al
escucharlo, envolvía todo el entorno. No había lobos. No se escuchaban sus aullidos como cada mes de enero.
—Se habrán muerto de hambre –decían unos.
— Nos han visto llegar y se ocultan por miedo a nuestras armas -añadían otros.
—Esperaremos en la cabaña a que llegue la noche y será más fácil —decidió el capataz del grupo
Cuando llegó
la noche, todo era oscuridad. La luna de los lobos, se había rebelado y no apareció en
el firmamento. Enero quedó sin luz y sin aullidos de lobos.
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