"Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra".

James Russell Lowell (1819- 1891),

poeta y crítico estadounidense





domingo, 1 de febrero de 2015

EL DESEO DE LA CRISÁLIDA



  Estalló la primavera y  todo tipo de vida comenzó a desplegarse  con ella. Los almendros se vestían  de novia al reventar sus brotes y a sus pies aparecían  las flores silvestres  semejantes a grandes guirnaldas  todo en derredor. Todo tipo de insectos pululaban entre unos y otras. Y, también los capullos de seda empezaron a eclosionar.
—Vamos, despierta, ¡es la hora de salir al mundo!
—Hola, ¡qué guapa estas con ese colorido tan variado!
—Tú en cambio, eres azul y hermosa  como el cielo.
—Pero, ¿qué haces dentro de mi capullo?
—Lo hicimos juntas, ¿no recuerdas?,  me contabas  tus deseos de convertirte en un estupendo ser humano en lugar de hacerlo en una preciosa y efímera mariposa cuando te dormiste rendida por el esfuerzo.
 —Sí, es verdad.  ¡Era tan hermosa aquella mujer que nos alimentaba con las hojas de morera!  Ya ves, mis deseos no se han cumplido.
—¿Sabes cómo los humanos llegaron a serlo?
—¡No!.
La crisálida multicolor comenzó a contarle lo que había aprendido durante su tiempo de oruga:
—“Había millones de células en el fondo del mar, una forma de vida que no conocemos nosotras y que, con el movimiento incesante de las aguas ascendían y descendían continuamente. Algunas  invadidas por su innata curiosidad, observaban cómo, cuanto mas ascendían, mas diferencias encontraban. Había más luz, el agua era más cálida y el plancton era diferente y más sabroso. Y comenzaron a subir más y más hasta alcanzar la superficie. Durante el trayecto, fueron adaptándose al nuevo hábitat. Crecieron, desarrollaron esqueleto, músculos, aletas, escamas que les protegían, ojos, branquias. Se convirtieron en peces.  Y  así, con el primer salto para salir del agua quedaron impactados con el azul intenso del cielo. Les gustó. Y comenzaron a saltar y saltar, y al acercarse a la orilla, encontraron que el contraste del azul del cielo con el verde del bosque les gustaba y atraía más”.
—No entiendo la relación de tu historia  con los seres humanos
—Lo harás, no te preocupes,  tan solo escucha. 
—“Con su ansiedad de poseerlo todo, encontraron la forma de vivir en el agua y en la tierra. Se arrastraban y salían a tomar el sol. Desarrollaron garras y fuertes fauces  con las que adaptarse al nuevo hábitat. Se convirtieron en reptiles que al salir  a tierra tuvieron que alzarse para conseguir el alimento de los arboles gigantescos que encontraron. Se irguieron. Las cuatro extremidades con las que caminaban, se convirtieron en dos piernas y dos brazos. También encontraron a otras especies que se les habían adelantado en su exploración y comenzó la carrera por llegar los primeros a todo lo desconocido para obtener siempre más que los demás. Creció una lucha de poder que hacía que se destruyeran entre ellos. Ese fue el comienzo de la humanidad y con ellos llegó  la destrucción a través de su  pecado original (el ser y poder más que nadie, más que Dios)”.
—¿Ya no existen células ni peces?
—Si, también existen. Son los que se quedaron en su hábitat, conformándose con lo que eran, y que no intentaron llegar a ser algo diferente.
 —-Y, ¿qué pasó entonces? ¿Murieron los osados que si quisieron?-preguntaba la mariposa azul
—No. “Mutaron y mutaron y mutaron, según las necesidades. A través del tiempo se sucedieron drásticos cambios en el clima que propiciaron esas transformaciones. Y, a la vez que cambiaban su físico, también lo hicieron mentalmente. Si crisálida azul, ¡¡llegaron los humanos!! Y con ellos la pérdida del planeta que los vio aparecer”.
—¿Qué dices visionaria multicolor? ¿Acaso no estamos nosotras en él y todavía está vivito y coleando?
—Sí, y así seguirá durante mucho más tiempo, muchas otras mariposas lo disfrutarán también. Pero la ambición humana lo  está arruinando y lo llegará a destruir.
—Tú eres una efímera mariposa pero intensamente. Naces, vives y mueres  con toda tu plenitud. Los humanos viven más tiempo, pero terminan decadentes. Cuando nacen y cuando mueren necesitan ayuda. Nosotras no. Créeme, su naturaleza no tiene nada que envidiar.
—¡Vayamos a volar multicolor! Disfrutemos de ser nosotras mismas y dejémonos de metamorfosis absurdas.
— ¡Si, azul maravillosa, vivamos nuestro tiempo! 

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