Siempre pensó que las lágrimas eran un bien muy preciado, un tesoro que se guarda para las grandes ocasiones. ¡Cómo las iba a derramar! Nadie se merece el llanto gratuito de otra persona, mantenía.
No obstante, llora y vierte
todo su precioso caudal, cuando comprende que su entrega y dedicación no es una
esmeralda verde, sino una
hoja de lechuga demasiado atractiva para el animal, que muy burro, se la come.
Toda una vida en desarrollo, le proporciona la capacidad de resiliencia, y con la serenidad bajo control, empodera a esa
tontaina que, él cree que es.
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