¿Qué camino tomar? Solo dos alternativas; el del centro es de única dirección, solo para los de vuelta, los de ida no lo pueden elegir.
¿Qué nos deparan?  ¿Está el paraíso en uno y el purgatorio en  otro? 
¿O el paraíso en los dos y el purgatorio
en ambos?
¿Estará el purgatorio  en todos y 
paraíso lo encontraremos en la otra vida?  
Ahí está el dilema: cualquiera de
ellos conduce  a escenarios diferentes:   uno, decorado con alfombra  verde, salpicada de flores silvestres y  margaritas, trinos  musicales y sorprendentes aromas…; el otro,
cubierto con un manto blanco, gélido e intransitable  hasta para el 
viviente más diminuto. La 
cuestión es:  ¿Cuál es cuál?
Un muro de oscuridad nos impide ver si es la diestra o la siniestra, la que está más recubierta con tintes extremistas, o más zarzas, o más zancadillas mortales. Todas las direcciones ofrecen la misma disyuntiva.
Y todo este conflicto lo vivimos acompañados
de  un ser invisible que si no me
equivoco no solo ha venido para quedarse, sino  también, para establecer unas normas de convivencia
 a las que  oponemos resistencia.
Pero él  es  implacable.
No nos entiende ni quiere hacerlo. No le interesa tomar partido  entre colores, banderas,  ni fronteras.  Solo ataca a una loca
y crispante raza: la humana, que está destruyendo el planeta.



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