Llega el día dubitativo,
tambaleándose entre el sol y la luna, entre la luna y el sol.
Su única misión, apagar las
estrellas cansadas de alumbrar tortuosos caminos de ciegos andantes.
Llega la noche decidida,
determinante. Con una autoridad desconocida
abre la puerta a los astros que no pueden caminar de día. Y la luna no aparece,
no llega, tiene sueño, no ha dormido. Rezagada, entre nubes y colinas esperando
ver al sol, se ha desvelado. Errante por las horas diurnas, eternas, ha perdido
su arrojo y entre suspiros le pide perdón a la noche.
Muy poético y esperanzador. Besos y abrazos.
ResponderEliminarGracias, Rosa, eres la mejor.
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